miércoles, 18 de noviembre de 2009

Ahogados por la incompetencia



Y gracias que sólo fueron 35 minutos. La lluvia volvió a dejar al descubierto las carencias de la ciudad: la red viaria, los intercambiadores de transporte y el alcantarillado complicaron de nuevo la vida de miles de personas. Triana fue la zona de Gran Canaria que aguantó el mayor chaparrón.

La meteorología volvió a sacar los colores a la capital grancanaria. La tormenta que se desplomó durante poco más de media hora en la parte baja de la ciudad sirvió para dejar en evidencia las carencias que quedan al descubierto casi año a año. El sistema viario fue, sin duda, el más afectado: los túneles de Julio Luengo se cerraron, la subida de Bravo Murillo volvió a anegarse, las calles Luis Doreste Silva, Paseo de Chil o León y Castillo se inundaron por momentos, y el barranquillo de Don Zoilo se convirtió en catarata.

La situación fue especialmente complicada en la entrada por el norte de la ciudad. La rejilla de desagüe que hay junto a las bocas del túnel de Julio Luengo se atoró por la acumulación de piedras, barro y hojas. El problema se agravó por el hecho de que el equipo de mantenimiento de la GC-2, que tiene su base en Gáldar, se quedó atrapado en una cola que se prolongó hasta la Granja del Cabildo. Los ciudadanos que venían del norte tardaron más de una hora en llegar a la capital.

En cualquier caso, el responsable del mantenimiento de la GC-2, Luis Soria, aseguró que se están buscando ya soluciones para evitar que se vuelva a repetir esta situación.

En cuanto a Bravo Murillo, la bomba se mostró incapaz, una vez más, de achicar el agua en el paso subterráneo. Desde el Cabildo se insiste en que se trata de un ramal cuya responsabilidad es enteramente del Ayuntamiento.
Tampoco las alcantarillas soportaron el embate del agua. En Don Zoilo, las tapas saltaron en la confluencia con Paseo de Chil ante la riada que venía de Obispo Romo. El presidente de la asociación de vecinos, Matías Dávila, explicaba que «el agua iba de acera a acera y los coches tenían que ir despacito». El representante vecinal miraba hacia arriba, hacia la cascada que venía de Obispo Romo, que lleva cerrada dos años por los efectos de la lluvia. «Es una vergüenza que esto siga así», abundó.

La ciudad recuperó la normalidad, en palabras del alcalde Jerónimo Saavedra, a mediodía, pero los servicios de emergencia seguían en estado de alerta. Por la tarde, las nubes volvieron a descargar, aunque ya no con tanta fuerza. Aún así, se cortó la salida de Julio Luengo a Ciudad Jardín por desprendimientos.

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